Propósito

cinembargo es un blog para los que queremos aprender del cine desde el ver, el hablar, el escribir y el compartir ideas.

11.09.2007

Arqueología de un perfume

Notas a Profundo Carmesí, de Arturo Ripstein


Me encontré con Profundo Carmesí alguna tarde desprevenida en el Colombo. Yo estaba en los últimos semestres de universidad y esta sala me quedaba a medio camino entre mis clases y el regreso a casa. Ocurrió así con muchas buenas películas que, sumadas, me fueron dando la indicación de que el cine tenía grandes momentos para mí. Por eso cuando, después de un intento fallido de construir una carrera exitosa como ejecutivo, volví por el hermoso sendero de las películas que me habían conmovido, apareció justamente ésta.

El ejercicio de re-visitar películas es tan delicioso como peligroso. Por lo general, lo que uno recuerda de un película que ha visto una vez es una frase, un tema musical, algún plano, momentos breves de una historia, alguna actuación o, en fin, algún detalle particular; casi podríamos decir una sensación, similar a la que surge en nuestra memoria ante una sugerente fragancia femenina. Sí: luego de la primera vez ante una película, a uno le queda una perfume, una esencia: dulce o agria, fuerte o débil, cálida o fría; pero no es la racionalidad la que exige volver a encontrársela: es el cuerpo. Porque lo que se desea no es, tantas veces, encontrarse una película, sino precisamente re-encontrarse a sí mismo: saber de sí –saberse- a través de la experiencia de recordar algo de lo pasado.

Reconocemos que uno no se baña dos veces en el mismo río; así mismo, no se lee dos veces el mismo libro, ni se ve dos veces el mismo filme: cuando uno vuelve a recorrer las imágenes y los sonidos de la película, es decir, las texturas de la fragancia, está ante una posibilidad tan dulce como oscura, porque bien se puede superar la primera experiencia, o encontrarse con una de las tantas veces en las que se debe admitir la superioridad de los recuerdos ante las realidades.

La segunda vez ante Profundo Carmesí palpé un matiz nuevo en la fragancia: como si las gotas de un perfume ordinario me fueran llegando a la piel y al olfato. Y ese olor dulzón me sugiere ahora que el melodrama es una clave fundamental para entender la manera como se configura, al menos en mí, el recuerdo de este perfume tan profundo y tan carmesí. Intento pues, la arqueología de un recuerdo, de su actualización en mí y mi actualización en él.


1.
La coscoja, chaparro o carrasquilla (Quercus coccifera) es un arbusto, de hojas eternamente verdes, sencillas, donde el pequeño Kermes vermilio deja sus cuerpos secos, de los cuales se obtiene el tinte carmesí, un color rojo profundo, fuerte -mezclado con algo de azul, de apariencia ligeramente púrpura, altamente comercializado en los países mediterráneos algunos siglos atrás. Mas, siendo como es un color, el carmesí también da lugar a sensaciones variadas: la saturación, la seducción, lo fatal. Diría, en otras palabras, que el carmesí, sobre todo después de los registros de Ripsteín, es el color del melodrama.

Según Rousseau (el primero en definirlo), el melodrama es "un tipo de drama donde las palabras y la música, en vez de caminar juntas, se presentan sucesivamente, y donde la frase hablada es de cierta manera anunciada y preparada por la frase musical". En este primer sentido, el melodrama está pues amarrado a la condición musical de la puesta en escena. Sin embargo, dado que hoy concebimos en más dimensiones –dramatúrgicas y escénicas- lo melodramático, lo propongo aquí como una forma narrativa con cinco características básicas:

En primer lugar, la actitud sobreactuada. En lo actoral, el melodrama suele caracterizar los roles de una historia con la caricatura estereotipada,. Así, las divas son divas todo el tiempo, los malos son malos siempre, y los buenos son buenos en todos los momentos, sin la menor justificación de porqué hacen lo que hacen y son lo que son; aparecen en pantalla como recitadores de textos que no parecen tener sentido sobre aquello que dicen. Más enfáticamente: actúan como galanes, divas, malos, pícaros, o lo que sea, todo el tiempo; su vid no tiene matices. Y esta caricatura la exageran con marcas gestuales enfáticas que no desaparecen en ningún momento de la vida del personaje. En segundo, el maniqueísmo, reflejado en la construcción de los personajes, quienes no sólo están obligados a ser o buenos o malos, sin alternativas, justificaciones o matices, sino que de esa misma esquemática manera ven su mundo, por lo cual lo que juzgan de él es tremendamente reducido y prejuicioso, acorde a los paradigmas de una clase, una religión, un discurso político e ideológico, o una cultura en los cuales se encuentran atrapados.

En tercer lugar tenemos la idealización del matrimonio. En las telenovelas parece que todo terminara con el matrimonio; pareciera que todos los problemas terminaran con la unión de la pareja. Juguemos a la caricatura en las imágenes del final de una novela tipo Corín Tellado: Luego de mil problemas, la pareja estelar puede casarse; la novela termina con un zoom in al rostro de ambos mientras logran un beso que simboliza el amor, la unión y la felicidad. Están en la habitación de un hotel, o en su hogar de recién casados; la velocidad de los planos aumenta, cada nueva imagen entra por fundido: los vemos en siluetas, picados, planos cerrados, mientras consuman su amor; la cama es dorada con sábanas de seda. De repente la pantalla se ve invadida por un fade a blanco, y una letra script anuncia en color oro: “Fin”. Si el matrimonio se reserva para el último capítulo, es precisamente porque en el melodrama tradicional, o la forma que de él hemos construido, hay la urgencia de una moraleja, una lección moral importante por enseñar: hay que casarse, ser una familia feliz, y tener hijos… El sabor doctrinal de esta característica es innegable.


Cuarto, el gran secreto. Por lo general, en los melodramas (¡casi digo telenovelas!) hay un gran secreto que, de descubrirse, podría llevar a pique las expectativas de alguno de los protagonistas. El secreto es un elemento narrativo con altas tasas de rendimiento dramatúrgico: permite involucrar al espectador invitándolo a la defensa del umbral de protección de los enemigos del protagonista. Por el contrario, cuando es el antagonista el portador del secreto, la energía del espectador se dirige a soñar con el momento en que el héroe logre develar las claves del misterio, ése que lo tiene retado desde los inicios del drama.

El conjunto de estas características pareciera redundar en la construcción de un rasgo definitivo: el esfuerzo denodado por insistir en los finales (quinta característica). La amenaza continua en el melodrama es que tal o cual cosa puede ser el fin de todo. Y en esto el melodrama alimenta buena parte de la dramaturgia en el cine y la televisión: todo debe llegar a un punto concreto, cerrado, determinado, en el que sea posible identificar plenamente los flujos de causas y efectos y las transacciones establecidas entre ellos.


2.
Mas si el carmesí es el color del melodrama, hay que decir que, Profundo Carmesí, la película, es de un carmesí intenso: los elementos melodramáticos, uno a uno, están presentes. Para empezar, las actuaciones, particularmente las femeninas, están llenas de estereotipos en vestuario y gestos: Coral es una típica mujer gorda, solterona, que guarda ilusión de romance con príncipes azules; se siente la princesa encerrada en el castillo a la espera. Por eso aguarda el gran romance, manera figurada del matrimonio feliz con que terminan las vidas en las historias. Por la pantalla también desfilan la viuda católica, la mujer pobre-hermosa casada con un hombre adinerado que sólo la usa para ser admitido en los círculos sociales… También hay secretos, sobre todo el de Nicolás, quien en su correspondencia se hace pasar por un Caballero Español, artimaña para llegar a la vida de mujeres solitarias y aprovecharse de ellas.

Incluso visualmente, encontramos también claves de los melodramas: la iluminación, los colores ocre, las gamas de café, la presencia del rojo carmesí en objetos y vestuario, los accesorios aterciopelados en collares y plumas (tan usados en el cine de antes de los cincuenta como metáfora de la exhuberancia del cuerpo femenino). Y también mucho humo; porque los personajes son tinieblas.

Pero, a pesar de todo este andamiaje aterciopelado carmesí, la película de Ripstein no es un melodrama de la manera tradicional. Diría que el carmesí del director mejicano es aquí un Profundo Carmesí, donde las dimensiones humanas, los conflictos entre el deseo y la realidad son las coordenadas que propician una visión profunda, elaborada, calada, sesuda de los personajes. Coral y Nico se encuentran y comparten una vida; no son víctimas del destino; no se trata del niño abandonado ni de la mujer pobre que se enamora del hombre rico: se trata de dos seres humanos, ni buenos ni malos, sumidos en la contradicción, pero que ante ella han tenido la libertad de elegir, de diseñar juntos un destino. Él, experto en seducir a mujeres solas, nunca ha sido fruto del amor de nadie; y esto es lo que encuentra en Coral: una mujer dispuesta a elaborar de su propio cabello un bisoñé para él. Del otro lado, Coral ha encontrado a alguien que se sumerge con ella en un proyecto, y en su realización, encuentra el reconocimiento; se ha enterado de que vale para alguien.

Podríamos cuestionar las maneras como el amor va alcanzando la obsesión, y cómo las personas que van surgiendo alrededor de ellos pierden el dinero, las pertenencias o la misma vida. Esta historia, basada en un hecho real, nos pone ante unas dimensiones de lo humano que franquean los límites, que hacen preguntas a la racionalidad tradicional, a los esquemas sociales y a las formas diplomáticas que nos hemos inventado para entendernos. Pero, sobre todo, nos recuerda que el amor es irracional. De ahí las palabras contundentes del director: "Me importa el lado oscuro del corazón de los hombres y la conciencia negra". Sí: encontramos en Ripstein un autor capaz de darnos cuenta de lo humano en una de sus facetas esperpénticas, miradas con el cuidado suficiente de no pasarle cuenta de cobro a sus protagonistas por las estrategias con las que rompen el vínculo social.

Revisitado, este perfume Profundo y Carmesí me ha recordado que el cine es una excelente manera de pensar en nosotros, en lo humano, mientras lo humano se sucede y se ve en la pantalla. Y en nuestra mente. Y en nuestro olfato.


Fuentes de referencia

Ernesto Saucedo, Entre la cámara y la tinta. 2007.
Jesús Martín-Barbero. Pretextos. Conversaciones sobre la comunicación y sus contextos. 1995.
Umberto Eco, Apocalípticos e Integrados. 1964.
Wikipedia.org


Ficha técnica

Profundo carmesí (México-España-Francia, 1996):Dirección: Arturo Ripstein, Asistentes de Dirección: Iván Ávila y Edmundo Díaz, Producción: Pablo Barbachano y Miguel Necoechea [México]; José María Morales [España]; Marin Karmitz [Francia]; productora ejecutiva: Tita Lombardo; administrador de la producción: Puy Oria. Guión: Paz Alicia Garciadiego, Fotografía: Guillermo Granillo, Diseño de Producción: Mónica Chirinos, Marisa Pecanins, Macarena Folache y Patricia Nava; decorados: Antonio Muño-Hierro, Vestuario: Mónica Neumaier, Edición: Rafael Castanedo, Sonido: Antonio Betancourt, Gabriel Romo, Carlos Faruelo y Eduardo Valverde ,Música: David Mansfield ,Reparto: Daniel Giménez Cacho, Regina Orozco, Marisa Paredes,Verónica Merchant, Julieta Egurrola, Patricia Reyes Spíndola, Rosa Furman.




Carlos Andrés Arango
Noviembre de 2007

11.05.2007

Fragmentos

Creo que las películas, al igual que los libros, están llenas de frases o fragmentos de diálogos que al uno leerlos se quedan instalados en el cerebro merodeando allí por un buen tiempo. Sólo pretendo compartirlos con la intención de que provoquen y cuestionen y propongo que quienes acuden a este espacio también hagan públicas sus frases o imágenes preferidas en el cine o la literatura.

“La ropa hace al hombre y… mientras menos haya de un hombre más necesidad hay de ropa”

Spider, de David Cronenberg.

“No puedo recordar que tengo que olvidarte”

Memento, de Christopher Nolland.

“Y cada latido separa al hombre de la eternidad”

Viaje fantástico, de Richard Fleisher.

“¿Qué tienen todas estas mujeres? ¿Qué tienen que es diferente de las que conozco? Bueno, la diferencia es…que aún no las conozco”

El hombre que amaba a las mujeres, de Francois Truffaut.

“Si todo es imperfecto en este mundo imperfecto, el amor es lo más perfecto de todo, precisamente, por su perfecta imperfección”

El séptimo sello, de Ingmar Bergman.

“Lo que quiero decir es que nadie te preguntó si querías ser traído al mundo, simplemente apareciste… la cuestión es: ahora que estas aquí, quién te pide que te quedes”

Exótica, de Atom Egoyan.

- Luz y sombras: los dos secretos del cine. ¿Lo sabía?

- No voy mucho al cine, la verdad.

- Lo puede estudiar en mí. ¿Cree que soy una mujer hermosa?

- Sí, muy hermosa…creo que es usted una mujer muy hermosa.

- Una mujer con luz y sombras.”

Veronika Voss, de Fassbinder.