Propósito

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9.02.2007

Desear

Conocemos las películas desde sus únicas dos dimensiones: la narrativa y el argumento. Algunos no perdonan una falla en la primera, otros en cambio, no perdonamos incoherencias en el segundo. Cuando hablo de incoherencias en el argumento o historia de una película, me refiero a la carencia de lo que conocemos como verosimilitud, ese elemento que hace, además, que podamos diferenciar una historia de la simple unión de imágenes o escenas que no tiene que ver una con la otra (cabe recordar que la verosimilitud puede darse desde muchas dimensiones y que no necesariamente debe partir del mundo “real”).

La historia o argumento es, en cierta medida, lo que hace que una película se conciba como tal; la historia es, incluso, lo primero y único que se necesita para pensar en hacer una película. Hay historias simples, problemáticas, herméticas, complejas, tediosas, profundas, y hasta bonitas. Y aunque a veces las historias sean complejas y difíciles de ver y uno no pueda determinar con facilidad qué fue lo que pasó en esa pantalla que estuvo observando durante dos horas, hay algo claro, y es que siempre seremos “victimas” de una persona que nos muestra lo que quiere que veamos, y esa persona –llamémoslo director- no decide de manera arbitraria la unión de esas imágenes, y si lo hace, es con un sentido. Pienso que la incoherencia es, precisamente, cuando uno no le encuentra ese sentido a las historias.

Puede sonar contradictorio, pero un ejemplo de “incoherencia con sentido” es la película “El espejo” del director Andréi Tarkovski, donde la intención –o por lo menos mi interpretación de esa intención- fue unir fragmentos independientes, aunque yo diría que no son tan independientes, y armar una historia que se vale de la metáfora para decir cosas a las cuales algunos les encontramos sentido; otro de lo tantos ejemplos es “Nueve orgasmos” (o nueve canciones) de Michael Winterbottom, en la que uno podría pensar que cada escena puede verse de una forma independiente, que puede cambiarse el orden que el director propone, y hasta puede no encontrar mucha relación de ciertos momentos con otros, pero se puede descifrar que hay un intento de historia cuando se analiza lo que el narrador nos cuenta, y podemos entender –en mi caso por supuesto- que lo importante fue mostrar los vericuetos y las transformaciones del placer sexual en una relación de pareja. No soy muy amiga de historias como “El espejo” y “Nueve orgasmos” pero no dejan de llamar siempre mi atención.

La intención de este escrito era hablar desde el inicio de la película “Deseando amar” de Won Kar-Wai y su narrativa, pero empecé hablando de las historias –tal vez sea porque esta película me da otra razón para seguir considerando el amor como principal tema en la vida de los seres humanos- y una vez ya tomado este rumbo me pareció interesante intentar decir algo acerca de la historia de esta película.

Si bien lo que mantiene la atención del espectador en “Deseando amar” es la destreza en el manejo de los espacios, la composición y, por supuesto, la iluminación, no hay que olvidar la transformación de los dos personajes principales durante toda la película, transformación en cuanto al gusto por el otro, ese sentimiento de amor en el que terminan envueltos, y ese paso del tiempo que aumenta las ansias de verse; además, las motivaciones de los personajes que vemos al inicio de la película no son las mismas de los que vemos al final, y ese es otro de los aspectos que hace, en cierta medida, que se pueda percibir una buena historia.

“Deseando amar” es una película que puede abordarse desde infinidad de elementos narrativos –análisis que talvez compartamos en otra ocasión-, y es esta característica lo que hace que una historia simple y que además ha estado representada tantas veces en el cine, se convierta en un deleite para el espectador; son los elementos narrativos los que, en este caso, le dan a una historia trivial el toque de originalidad que necesita, y que además logra. La música y la cámara lenta utilizados de una forma tan magistral fueron dos de los elementos responsables de mi deleite, y, además, me hicieron desear que esos dos personajes hubieran podido amarse de verdad.


ERIKA

2 comentarios:

Jaime Hernando Hincapié López dijo...

Bello como siempre. Si puedo añadir algo es que la intensidad de las relaciones sobresalen en los pequeños mundos, en los escenarios en los que la cotidianidad nos permite ver al otro de frente, desvelado.

Carlos Andrés Arango dijo...

Yo pensaba escribir sobre la película... pero ya lo veo difícil. Poco podría añadir; aunque, claro, luego releo a ver qué aparece.