Propósito

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8.09.2007

Una flor en el jardín de la intimidad

Fue un encuentro realmente impactante y positivo participar de la proyección del filme colombiano VIOLETA DE MIL COLORES de Harold Trompetero. Si pudiera describirla en pocas palabras diría que es desgarradoramente íntima.

Es la historia de una mujer joven y bella cuya vida transcurre en una inmensa ciudad poblada por millones de seres humanos que pasan, de autos que pasan , como los humanos, de edificios estáticos, de puentes transitados, si se quiere una ciudad sin alma, anónima, saturada. Esta ciudad es intensamente vivida por esta joven cuya alma, o espíritu se desgarra y casi se pierde en el marasmo universal en la que está inmersa, cuya búsqueda por sí misma se transita, sólo, en la posibilidad de la sordidez elegida.


Esta búsqueda, que da la impresión de ser un monólogo, es en realidad un diálogo fuerte con su propia condición humana. Es una ruptura constante con sus experiencias pasadas. Define la confrontación de un sí mismo con alter ego que la persigue y la señala. Parece no tener escape.

Este diálogo no es fluido. Está lleno de dolor y de un sufrimiento, pero también de confrontación y de decisión. Al menos parece que la mirada ante el espejo le impele a continuer con su lucha interna y a tomar una decisión, que no siempre la correcta, sí la suya.

Los caminos elegidos transcurren tanto por las calles como por su cama. Salta, textualmente, a las alturas de su mundo alucinado, pero luego cae, diría amargamente, contra el pavimento de la ciudad duro y contundente.

Cada grito y cada gesto, cada palabra cada repetición, remueve intensamente lo amargo de las experiencias y la insaciable necesidad de encontrar una salida. Sus recuerdos, los mejores, se remiten a una madre que siempre quiso hablar con su hija pero que nunca tuvo la oportunidad. Sus encuentros sexuales múltiples y diversos, parecen sólo encontrar sólo un alguien amado que parte y la abandona a su suerte de joven -no creo que sin experiencia, pero sí sin límite-, y es allí donde surge la pregunta por sí misma.

También es inquietante su relación con la muerte que deja en manos de un ladrón callejero que ante la disposición de esta adolecente a ser asesinada, no tiene más remedio que consolarla y ofrecerle eso que tanto buscó en otros y otras: un abrazo que le hiciera sentir quién era, una mujer que buscaba una posibilidad de vivir de otra manera.

Finalmente sólo podría decir que esta mujer bella y joven no quiso que alguien se le acercara realmente, que quien quiso estar a su lado para ofrecerle lo mejor que tenía se encontró -infortunadamente- con un muro que lo atajó de un golpe. Pero creo que al final pudieron encontrarse de nuevo.

Me temo que son demasiados los pasajes bellamente hechos por Trompetero, pero puedo también decir que reivindicó su nombre conmigo, porque encontré también en este director la posibilidad de adentrarme profundamente al jardín de la intimidad y mirar de cerca los múltiples colores de sus flores.

Mil gracias a Erika y a Verónica por haberme invitado -con colada en la fila incluida- a ver con ellas este hermoso filme, asunto que para mí fue absolutamente placentero.

1 comentario:

Carlos Andrés Arango dijo...

Bien!

Con decir que ya me dieron ganas de ver la película...